jueves, 1 de diciembre de 2011

Día 11 - Lunes 9 de agosto de 2011: Has visto mi gemelo?

Cala Cusí (Binisafuller) - Llucmaçanes (Cala ses Zorras)


11'00 h de la mañana!!! Lo de dormir en colchón y a cubierto del sol desintoniza el bioreloj interno de Joan, cosa que agradecemos con toda nuestra alma, con todo nuestro corazón y con toda nuestra mente.


Después de un desayuno como Dios manda, si es que alguna vez se ha pronunciado sobre tal cosa, que ha sido responsable de alguna lágrimilla derramada al apreciar la espectacularidad de semejante banquete, y en el que la nocilla (por fin!) se ha quedado en las profundidades de la mochila del desayuno, salimos (como siempre) "on time" (es decir, tarde y cagando leches...) hacia donde nos recogerían los kayaks.


Llegamos a las 12'30, puntuales, como se nos había pedido. Mientras el recogedor de kayaks llegaba con un retraso de 1 hora de reloj y para hacer tiempo, conocemos a una mujer con un coche muy chulo, y nada común en la isla: un mehari.


En menos de 3 minutos Joan ya se había ido a dar una vuelta con el coche y habíamos sido invitados, exhortados, encarecidamente recomendados y obligados a pasar la noche en casa de la hija de la señora del mehari, incentivados por gozar de la compañía de 4 chicas muy... digamos interesantes (para que nos censuren el blog), y de 4 camas. Aceptamos, únicamente, porque lo de dormir en una cama nos parece mejor que dormir en no-cama.



Abusamos un poco más de la hospitalidad de la família Cusí y dejamos unos bultos en la casa, llevandonos sólo lo esencial: 4 mochilas cargadas hasta las trancas.



Por la tarde pasamos por Es Grao, donde los kayaks, para recuperar algunas maletas que se habían olvidado de traernos. Solventado este pequeño error, y algún otro de tipo más intelectual, nos vamos a Llucmaçanes, donde somos recibidos con toda suerte de cantos y bailes infantiles, de esos que tanto gustan a Xavi... resulta que es la fiesta mayor del pueblo.




El momento álgido de fiesta llegó al final del espectáculo de animación musical. Todos los niños se reunieron en la plaza de la iglesia, en un corro, con sus padres y madres: había llegado el momento de luchar por los regalos.


En el centro del corro, un chico mayor encendería un gran petardo que explosionaría despidiendo regalos por los cielos, que los niños esperarían con los brazos abiertos y una sonrisa de oreja a oreja.


Pues no fue exactamente así...


El susodicho petardo (que al final fueron muchos, porque el proceso se iba repitiendo) tenía una mecha indecentemente corta, que disparaba al artificiero suicida corriendo a las trincheras, al punto que encendía la mecha.


Los regalos soñados eran unas piezas de plasticorro barato made in china que no tenían mucho sentido: un mono de estos que se cuelgan en los sitios, un yoyo en miniatura y muchos otros que más bien parecían piezas de algún juguete más grande que hubiera rebentado en la explosión.

Muchos niños preferían ponerse a llorar, huir despavoridos o aferrarse a las piernas de sus padres, antes que hacer frente al peligro.


Especialmente interesantes e inquietantes eran los petardos que en lugar de lanzar el material plástico a los cielos caían por la explosión y expulsaban una ráfaga de monos de plástico y piezas por doquier, dando un susto de muerte a los que recibían el impacto directo.


La traca final fue, literalmente, la traca final. Imaginad una traca valenciana colgada de un hilo, rodeando la plaza de la iglesia. Y lo mejor: de algunos barrenos colgaban, atados con unos cordeles, fantásticos premios (una pelota, un extintor de juguete, un quad de juguete, etc.).

El artillero suicida de antes encendió la traca y debajo de cada regalo había un grupito de niños deseando que la explosión dejase caer su regalo preferido en sus manos.


Pensamos "ara va de bó, ara va de bó, Llucmaçanes!" y comenzaron las explosiones.


Los regalos fueron cayendo y los niños cogiéndolos, según lo previsto. Pero un pequeño error ingenieril en el cálculo infinitesimal de las longitudes de las cuerdas que sostenían los regalos habían producido unas consecuencias nefastas y tremebundas.

Los barrenos habían rebentado parte de los regalos!! y lo que antes era un quad amarillo estupendo, ahora era una triciclo color ceniza con la carcasa desencajada y unas cuantas "partes de recambio" esparcidas por la plaza.


Vaya festival de risas.




Al cabo de poco nos recogen, a nosotros y a nuestras mochilas, con un monovolúmen de 7 plazas, ya lleno hasta los topes.

Los conocimientos de tetris adquiridos durante nuestra infancia nos capacitan para insertarnos en el coche. Somos 13 y las maletas. Nos reímos bastante, por lo comentado y por lo que no comentaremos.


Nos acoge una familia encantadora, compuesta por la madre, un par de gemelos hiperactivos de 10 años (sorprendentes en todos los sentidos), adictos a la tele y la prensa, dos niñas de unos 6 y 8 años, y la hija mayor, con 3 amigas suyas, que a nuestro parecer requerían más cuidados que las 2 pequeñas y los gemelos juntos.

Cala Llucmaçanes


Mientras la madre estaba fuera en una cena, hacemos de canguro de los pequeños y cocinamos para las mayores y para nosotros mismos. Acabada la cena, adquirimos, sin desearlo demasiado, un nuevo rol: el de taxista.


Nos vamos para tomar algo al port de Maó 5 estrellas y, como buenas anfitrionas, al punto que sus pies contactan con el salino suelo nos abandonan a nuestra suerte (sin saber que esta es mucho mejor que la suya) y desaparecen.


Optamos por hacer lo que mejor sabemos hacer: divertirnos.


1 cerveza, 1 gintonic (customizado por Marcos, según lo aprendido en nuestro bar favorito de Barcelona, el Twist) y unos tragos de ron; al fin y al cabo, aún durmiendo en la cama, seguimos siendo piratas. Nos alejamos unos metros del bar (ron en mano) con el ukelele y los 4 no piratas que nos han acompañado todo el viaje, y que se hacen llamar els Manel.




Hacemos la mejor sesión de aguarrotines de todo el viaje y conocemos a un gallego incapaz de rimar lo que rimaría un niño de 5 años, aún habiéndoselo explicado varias-muchas veces, y con menos ritmo que un elefante cojo bailando claqué en zancos... nos cuenta algo sobre la canoa de Rocky Balboa, pero no le seguimos esta ni ninguna otra.


Conocemos a 2 parejas fans de Manel que pasaban por ahí y se apuntan a la fiesta, cantamos juntos, les tratamos como si les conociéramos de siempre, y les hago saber a los chicos menorquines que no estoy de acuerdo con que aprovechen su acento balear para robarnos a nuestras mujeres catalanas.

Cuando, escandalizados, nos damos cuenta de que son casi las 6'00 h de la mañana, vamos a buscar a las cenicientas y, a falta de zapatos de cristal, las colocamos a ellas (contra su voluntad) en el coche .


Enfilamos hacia la casa, viéndonos atrapados en medio (por mi parte literalmente) de charlas propias de los 17 y 18 años (pues es la edad que tenían las muchachas), al son de "y yo preocupado". Vivo, en primera persona, una situación un poco rara, y se lo hago saber a la que decidimos llamar Victoria. Recibo una colleja de Victoria, totalmente inmerecida.


Aún habiéndolas conocido hace apenas 9 horas, les otorgamos a las 4 chicas el calificativo propio de la hembra de cierta especie animal caracterizada por su astucia. Esta vez, totalmente merecido.



6'30 horas. Dormimos.


Amaneció y amaneció. Mismo día.

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